Mi departamento es uno pequeño. Solo dos
habitaciones: la sala-cocina y mi recámara. Y si hablamos de un lugar para
lavar y secar la ropa, no lo tengo, simplemente existe el balcón que da a la
calle, así que no me quedó más remedio que colocar un lazo para tender mi ropa
ahí.
Soy un estudiante universitario que tuvo que
mudarse de ciudad para poder estudiar Medicina, así que he tenido que
economizar en muchas cosas, sobre todo en la renta de un departamento.
Veo la hora en mi reloj. Hoy debo ir a una
clase por la tarde a la Universidad, así que estoy apurado terminando de
limpiar y lavar mi ropa. No es que lo haga todos los días, pero es que ya ha
pasado una semana completa, y en mi pequeño departamento ya era imposible
caminar sin tropezarte, precisamente por eso, hace apenas unos minutos acabo de
pegarme en el dedo chiquito del pie con un libro que había dejado tirado y que
terminó debajo de una camisa que me quité el otro día.
Debido a eso, decidí que era hora de levantar y
lavar toda la ropa sucia que había sido dejado por todo el piso.
De nuevo veo mi reloj y sonrío feliz cuando
justo en ese momento la lavadora ha terminado su ciclo. Rápido saco la ropa y
la pongo en una canasta para salir al balcón y colgarla. A veces me arrepiento
de no haber esperado a juntar más dinero para comprar también una secadora. Ahora
debo aguantar la vergüenza de colgar mi ropa interior a la vista de todos.
Camino rápido hacia el balcón, lo hago tan
rápido que casi caigo al tropezarme con el pequeño borde de la puerta de
cristal.
Niego con la cabeza. Una a una tomo las prendas
para comenzar a colgarlas en el lazo. Está comenzando a hacer mucho viento,
ahora voy a necesitar sacar una chaqueta para ir a clases. Tomo otra prenda,
con ella se pega uno de mis calzoncillos, justo en ese momento un viento fuerte
hace que la ropa que tengo en mi mano se agite.
Abro los ojos sorprendido cuando veo que los
calzoncillos vuelan.
— ¡Qué demonios! – digo y corro para intentar
alcanzarlos, pero la cesta de ropa me hace tropezar.
Hago una mueca cuando veo mi ropa colgada en el
árbol justo frente a mi balcón.
— ¡Rayos! – murmuro.
Volteo a mi alrededor buscando algo en que
treparme para alcanzar mis calzoncillos. Veo de nuevo la hora en mi reloj, es
tarde, ya debería estar saliendo rumbo a la Universidad.
No encuentro nada más que la canasta de la
ropa. Saco la ropa recién lavado y la volteo junto al barandal. Es demasiado
frágil, así que intento no poner tanto peso, solo necesito usarlo para tener
algo de apoyo.
Me inclino por el barandal, extendiendo mi mano
para tratar de alcanzar mi ropa. El viento continúa soplando fuerte. Las ramas
del árbol se mueven dificultando lo que hago. Necesito acercarme más, así que
trepo más en el barandal, hasta estar casi más de medio cuerpo en el aire.
Sonrío victorioso cuando alcanzo mis
calzoncillos con la mano, logro sacarlos de la rama, pero de nuevo un fuerte
viento hace que el árbol mueva sus ramas y éstas golpean mi costado.
Abro los ojos, muy grande cuando uno de mis
pies pierde su punto de apoyo. Intento agarrarme de las ramas, pero no lo
logro, y antes de poder hacer algo, todo mi cuerpo se va hacia enfrente,
provocando que caiga.
Me golpeo con las ramas, mi cuerpo gira, solo
puedo ver el cielo azul mientras caigo, y de pronto frente a mi campo de visión
veo mi ropa interior volar lejos de mí.
Es lo último que recuerdo…
Wonwoo
(POV)
Muerdo mi labio cuando lo veo pasar frente a
mí.
Como siempre, luce muy varonil cuando está
pensativo. Pero apenas se encuentra con algunos de sus amigos, empieza a
bromear y su rostro se ilumina con una gran sonrisa.
Suspiro hondo. Es taaaaan guapo.
Sostengo el manubrio de mi bicicleta y camino a
un lado de la misma, siguiendo de lejos al chico que me gusta.
— ¡Hey Wonu! – ruedo los ojos cuando escucho la
voz de uno de mis compañeros de clase.
— ¿Qué? – pregunto sin ganas.
La verdad que es que no soy de socializar
mucho. Es más, odio que me hablen, así que siempre intento escabullirme de la
escuela apenas suena el timbre. Pero en algunas ocasiones falla mi estrategia,
siempre hay alguien que me encuentra y me pide mis apuntes.
— Me preguntaba si podías prestarme tu libreta
de ciencias, ¿sabes? No vine la semana pas…
No dejo que termine, simplemente saco mi
libreta de la mochila y se la entrego. Me giro para darle la espalda y me subo
a mi bicicleta.
— ¡Gracias Wonu!
De nuevo ruedo los ojos. Odio que me llamen
Wonu, pero desde que entré a esta escuela todos me llaman así. Y ellos lo
saben, así que un día, mientras estábamos en deportes, tomaron mi placa de
identificación y la rayaron para ponerle sobre mi nombre Jeon Wonwoo,
simplemente Wonu.
Respiro hondo llevando una mano a la plaquita
en mi pecho. No es como si pudiera cambiarlas cada vez que quiera, en la
escuela son muy estrictos sobre cuidar nuestras pertenencias.
Volteo a ver a mi alrededor, buscando a
Do Kyeom, pero ya no está, seguramente ya se ha ido a casa. Así que decido hacer
lo mismo.
Pedaleo para recorrer las calles que siempre
recorro cuando voy a casa a diario. Paso por enfrente de la tienda de
videojuegos que a estas horas siempre está llena de chicos de mi edad. No me
detengo, yo simplemente quiero llegar a casa a escuchar música, hacer mis
deberes y tirarme en la cama todo lo que resta del día.
Mi estómago gruñe cuando el fuerte viento hace
que me llega el olor de la panadería a la vuelta de la esquina, apresuro el
movimiento de mis pies para llegar a la panadería, me quedo viendo por unos
momentos el pan en el aparador, hasta que escucho un grito. Giro mi rostro
hacia donde escuché el grito sin dejar de pedalear.
Lo único que veo son las ramas de un árbol
moverse muy extraño, de nuevo un fuerte viento levanta un poco de polvo y de
pronto algo cubre mi rostro, una especie de tela. Eso me hace perder el control
de mi bicicleta.
Con una de mis manos rápido quito la tela de mi
rostro, pero ha sido demasiado tarde, no detuve mi paso y he quedado en el paso
de los autos. Abro muy grandes los ojos cuando veo precisamente un auto a unos
cuantos centímetros de mí.
No he podido hacer nada para impedir el golpe. Veo
como todo a mi alrededor da vueltas, y de pronto mi cuerpo golpea con el pavimento,
y un fuerte dolor en mi cabeza me hace entender que me la he golpeado.
Suelto el aliento que había contenido cuando vi
el auto directo hacia mí. Giro mi cabeza hacia un lado. Me duele mucho la cabeza,
mi vista comienza a nublarse. Escucho gente a lo lejos hablándome.
Me siento desorientado. Fijo mi mirada en algo
que está tirado a un costado de donde estoy yo. ¿La tela que cubrió mi rostro? Intento
ver con claridad lo que es, pero no puedo, mis ojos están cerrándose.
Alguien se acerca a mí para intentar mantenerme
despierto, pero no puedo, simplemente mis ojos se cierran y todo se pone negro.
*****
— Entonces, me has mandado llamar porque soy tu
mejor hombre, ¿no es así? – pregunto orgulloso de mi mismo.
El Señor de las Tinieblas se me queda viendo
fijamente.
— No. – frunzo el ceño. — Simplemente no había
a quien más llamar. Estoy dándote ésta oportunidad, así que por favor, quiero
que te concentres en este trabajo y no te la pases persiguiendo chicos por ahí.
Solo quiero esa alma, no la de otro de tus queridos.
Ruedo los ojos.
— Está bien. Pero que conste que yo no los
traje aquí, fue tu amigo el de arriba que dijo que habían pecado cuando cedieron
a mis…- sonrío — “encantos”.
— Como sea… ve y tráeme esa alma- me dice
moviendo su mano para despedirme.
Sonrío. Esto es pan comido. ¿Qué tan difícil
puede ser convencer a un adolescente? Es decir, ellos están a tan solo un paso
de cometer alguna barbaridad que los condene. ¿No es así?
*****
— Eres mi mejor hombre aquí- sonrío amplio al
escuchar al Gran Poderoso.
— Gracias – hago una venia mostrando respeto
hacia él.
— Confío en que podrás ayudar a esa pobre alma,
que se ha perdido, a regresar a donde debe estar.
— Lo intentaré Señor – contesto humildemente.
— Habrá obstáculos, pero tu fe es fuerte y no
cederás.
Sonrío de nuevo. Escuchar palabras tan halagadoras
me hacen sentir apreciado y útil para mi señor. De nuevo hago una venia a
manera de despedida. Tomo los artículos de trabajo y bajo hasta la tierra para
empezar con mi tarea encomendada.
A mitad de una calle, los autos pasan a mis
costados. Levanto la mirada hasta el segundo paso de un edificio humilde de
departamentos. Es ahí. El lugar al que debo ir.
— ¡Oh! Así que ahí es donde está…- rápido
volteo al escuchar esa voz.
— Tú…- aprieto los labios. — ¿Qué haces aquí? –
sonríe socarronamente.
— Lo mismo que tú.- entrecierro los ojos.
— Lo dudo mucho. – ríe.
— Tienes razón. Ni siquiera yo me la he creído.
Camina hasta donde estoy yo. Se para junto a
mí, se gira a ver el edificio que estaba observando y sonríe.
— Vine a llevármelo, así que será mejor que no
te metas.
— Yyo…- doy un brinco sorprendido cuando siento
que pellizca uno de mis glúteos. — ¡Oye! – me giro a reclamarle, pero él ya se
está alejando, riéndose de mí.
Aprieto mis manos en puño. ¡Dios! ¡Ayúdame! ¡Ese
tipo es insoportable!
Mingyu
(POV)
Lentamente abro los ojos. Hay mucha luz. Me ciega
por unos momentos.
— Estás despertando… - una voz suave dice. —
Eso es, despierta chico grande.
Parpadeo un poco. Un rostro angelical aparece
frente a mí, la luz lo hace brillar, como si fuera una especie de hada. Sonrío levemente.
Es lindo.
— Vaya, despertaste de buen humor – dice. —
¿Cómo te sientes?
De nuevo parpadeo cuando noto la cofia en su
cabeza. ¿Un enfermero? ¿En dónde estoy?
Giro mi rostro para ver a mí alrededor.
¡Un hospital!
Ahora lo recuerdo. Me caí del segundo piso por
querer alcanzar mi ropa interior que se había quedado atrapada en las ramas de
un árbol. Siento que el calor sube a mi rostro, solo de pensar en lo vergonzoso
que es todo esto.
— ¿Qué me pasó? – pregunto.
— Umm, ¿te caíste?
— Sí, pero, ¿tengo alguna lesión grave? –
pregunto mientras tiento mis brazos y piernas.
— No, solo algunos raspones. Lo más grave fue
el golpe en la cabeza, pero nada más. – el pequeño enfermero me dice.
— Oh, bien…
— Podrás irte tan pronto tu amigo cubra lo de
las facturas.
— ¿Mi amigo?
— Sí, el chico de los ojos bonitos… digo, el
chico raro- su rostro se pone rojo.
— Oh, Seungcheol.
— Sí, creo que así dijo que se llama – contesta
mientras intenta no cruzar mirada conmigo.
Es lindo.
De pronto la puerta se abre. Mi amigo entra a
la habitación directamente a pararse junto al enfermero. Sonríe amplio. Conozco
esa sonrisa y esa forma de mirar…
— Hola Jihoon, me dijeron que estabas aquí.
— Si bueno, es mi trabajo. ¿A dónde más iba a
ir?
— Pero es que no te vi hace un momento, pensé
que habías terminado tu turno.
— No, mi turno termina hasta mañana temprano y…-
voltea a verlo sorprendido— ¡Lo hiciste a propósito! – mi amigo sonríe.
— Ahora sé cuándo termina tu turno. Paso por ti
mañana.- solo eso dice antes de girarse hacia mí. Jihoon, como se llama el
enfermero lo ve con la boca abierto, demasiado sorprendido. – ¡Hey! ¿Cómo te
sientes? – estrecha su mano con la mía.
— Mejor. Aunque me duele un poco la cabeza.
— Claro, si casi caes de cabeza. Hombre, ¿qué
estabas haciendo?
— Yyo…- hago una mueca - olvídalo, fue solo un accidente- no voy a
decirle que estaba persiguiendo mis calzoncillos.
— En fin. Vamos, te llevaré a tu casa.
Va y levanta una pequeña maleta, mete los
medicamentos, y regresa por mí, no sin antes sonreírle de nuevo al enfermero.
Éste hospital es realmente extraño, he visto
doctores que caminan como si no vieran a nadie, o ignorando a personas que los
siguen, eso es grosero, cuando termine de estudiar espero no convertirme en un doctor
como ellos. Aunque es la primera vez que veo algo así.
Pasamos junto a la puerta de una habitación que
está abierta. Se me pone la piel de gallina al escuchar el llanto de una mujer.
Sin poder evitarlo me asomo un poco. En una cama hay alguien con el rostro
cubierto, la mujer llora recostada sobre el pequeño cuerpo.
Frunzo el ceño cuando noto que hay una niña
parada a su costado, observando toda la situación. ¿Qué hace una niña ahí? No
es el momento ni el lugar. Voy a entrar para decirle, pero mi amigo me sujeta
del brazo.
— ¿Qué haces? Respeta el dolor de esa mujer.
Anda, debemos irnos, que yo aún tengo clases en la noche.
— Pero…- me giro de nuevo para ver a la niña,
pero ya no está. Esto es extraño. — Bien, vamos.
En el trayecto a casa, el dolor de cabeza
seguía, así que dormité en el auto. Al parecer tener que descansar unos días,
pero estoy preocupado porque no he entregado algunos trabajos.
— Siéntate aquí, iré a dejar tus cosas a la
habitación. – Seungcheol me dice.
— Bien…- me siento en uno de los sillones de mi
pequeña sala.
Seungcheol entra a mi habitación para dejar la
maleta. Suspiro hondo y dejo caer mi cabeza en el respaldo del sillón.
—
Lo mejor es que descanses, la Universidad puede esperar unos días más – Seungcheol
dice.
—
Tengo que hablar con el profesor de microbología, no he entregado un trabajo
que debí haber hecho hace una semana…- le contesto.
—
¡Hey! – frunzo el ceño cuando escucho esa voz.
—
¿Dijiste algo? – le pregunto, realmente se escuchó muy diferente.
—
¿Yo? No, ¿Por qué? – Seungcheol sale de la habitación.
—
¿Seguro? Te juro que escuché que dijiste algo.
—
No – frunce el ceño — Tal vez el golpe fue más fuerte de lo que pensamos- me
dice señalando mi cabeza y echándose a reír. Ruedo los ojos.
—
Sí, sí…
—
En fin. Descansa, tengo que irme a clases.
—
Está bien. Gracias por todo.
Seungcheol
sale de mi departamento y me quedo sentado ahí, con la cabeza recostada en el
respaldo. Viendo el techo. Pensando en que pudo haber sido peor esa caída, y
que afortunadamente solo tengo algunos golpes.
—
¡Hola! – levanto la cabeza rápido cuando de nuevo escucho esa voz.
Volteo
a ver a mí alrededor. No hay nadie.
—
Oye, te estoy hablando.
Doy
un brinco asustado cuando de pronto un chico aparece sentado junto a mí. Su rostro
muy cerca del mío.
—
¡AAAAAAH! – grito sin poder contenerme.
Me
levanto y me alejo. El chico se me queda viendo, ladea la cabeza.
—
Perdón. No quería asustarte. Pero es que tú me escuchaste.
Frunzo
el ceño. El chico lleva puesto un uniforme de escuela, es delgado, piel blanca
y muy lindo.
—
¿Quién eres? ¿Y qué haces en mi departamento? – volteo a ver a mi alrededor -¿Cómo
entraste?
El
chico se me queda viendo por unos momentos antes de apretar sus labios y
ponerse triste, casi al borde de las lágrimas.
—
No lo sé…- murmura.
—
Como que…- el timbre de la puerta suena interrumpiendo nuestra conversación —
no te muevas de ahí- le digo.
Camino
de lado sin dejar de verlo y abro la puerta. Es Seungcheol de nuevo.
—
Lo siento, dejé mis libros. – dice entrando al departamento.
El
chico se ha puesto de pie en medio de la sala. Seungcheol camina directo hacia
él. Abro los ojos muy grandes cuando veo sorprendido que mi amigo traspasa al
chico y ni siquiera lo nota.
¡Qué
rayos!
3 Comentarios
Un ángel y un diablo enfrentados en una importante misión dada por sus respectivos señores… la orientación y la obtención de un alma respectivamente… pícaro diablillo pellizcándole el trasero al angelito… jijiji.
ResponderEliminarEn serio que creí que quien moriría sería MinGyu tras caerse por el balcón … pero resulta que por culpa de sus prendas que volaban al compás del viento, quien terminó yendo al otro barrio, atropellado, fue Min Woo… no puede ser!!!… y ahora MinGyu, tras el golpe recibido en la cabeza, es el único que lo puede ver… ya que Seung Cheol, amigo de MinGyu, solo tiene ojos para Ji Hoon, el enfermero que atendió a MinGyu cuando se encontraba recuperándose de sus lesiones.
Genial primer capítulo… genial
Jajaja al principio con la ropa interior si q pude reir.
ResponderEliminarPero es muy interesante la historia. Dos ángeles uno bueno y el otro malo luchando por la misma alma.
Ahora mingyu ve fantasmas por el golpe, quien sera el fantasma.
Esperare conti
Vaya! y todo por culpa de unos calzoncillos, tal parece que va a tener que cuidar de la pobre alma de Min Woo ya que es el único que puede verlo, y creo que le agregaran algunos problemas ese angelito y aquel travieso y coqueto diablillo...
ResponderEliminarMuy buen capitulo ya quiero leer el siguiente...